Recogido por TERRANOVA:
Podría ser el sueño cumplido de los ciudadanos de la Sociedad de la Información. Y también la piedra filosofal de los fabricantes de tecnología de todo el mundo, enfrentados a una realidad tan cierta como inevitable: las baterías se gastan.
Todo el mundo sabe lo que significa quedarse sin batería en el móvil en plena conversación, o ver cómo la PDA o la cámara se convierten en cacharros inútiles cuando pierden, justo cuando más falta hacen, hasta la última gota de la energía que necesitan para seguir funcionando.
Pero imaginemos ahora un futuro en el que nunca más hubiera que volver a poner a cargar el móvil, ni la PDA, ni el MP3, la cámara digital, el ordenador portátil o cualquier otro dispositivo propio de la era digital. Un futuro en el que la energía necesaria para que la tecnología funcione no se transmitiera a través de cables, cargadores o enchufes, sino por el aire, de la misma manera que la telefonía móvil hace con la voz o que el WiFi consigue con las conexiones telefónicas a Internet.
Incluso las propias baterías, en este futuro hipotético, se convertirían en muchos casos en piezas innecesarias, lo que sería inmediatamente aprovechado por la industria para reducir (aún más) el tamaño y el peso de los dispositivos electrónicos, o para incluir en ellos nuevas prestaciones y componentes de los que hoy carecen debido a la falta de espacio dentro de sus carcasas.
Ese futuro, aunque no inmediato, podría estar mucho más cerca de lo que nadie imagina. O por lo menos eso es lo que sugiere el trabajo de un equipo multidisciplinar de científicos e ingenieros del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), que acaba de demostrar experimentalmente que la «energía wireless» no es algo que esté fuera de nuestro alcance.
El mismo equipo, formado por investigadores de los Departamentos de Física, Energía Eléctrica y Ciencia Computacional y del Instituto para las Nanotecnologías del MIT, había publicado recientemente un estudio teórico sobre la posibilidad de transmitir electricidad sin cables. Pero ahora ha dado un paso de gigante al conseguir que se mantenga encendida una bombilla de sesenta watios situada a más de dos metros de distancia de la fuente de energía que la alimenta. Y todo sin conexión física alguna. Los investigadores han llamado a su invento «WiTricitY» o «witricidad», de la unión de las palabras «wireless» y «electricity». Su trabajo se publica hoy en la revista Science.
El «invento» construido por los científicos del MIT consiste en dos rollos de cobre, uno de los cuales, la unidad emisora, está físicamente conectado a una fuente de energía. En lugar de liberar esa energía a través de ondas electromagnéticas, el cobre llena el espacio circundante con un campo magnético no radiante que oscila a determinadas frecuencias. Es este campo el que hace posible el intercambio de energía entre la unidad emisora y la receptora, el segundo de los rollos de cobre.
El «truco» está en que ambos rollos de cobre están «acoplados» y especialmente diseñados para «resonar» con el campo magnético, en cuyo interior se produce una fuerte interacción entre la unidad emisora y la receptora. Fuera del campo magnético, en el ambiente circundante, todo sigue siendo normal.
Dos objetos resonantes acoplados, es decir, que vibran a la misma frecuencia, tienden a intercambiar energía de una forma eficiente. Gracias a este diseño, la transferencia de electricidad, que de forma natural tendería a disiparse, se concentra en un espacio limitado. «Un ordenador portátil que estuviera en el interior de una habitación equipada con esta clase de energía inalámbrica -asegura Peter Fisher, uno de los miembros del equipo del MIT- se recargaría automáticamente, sin necesidad de estar enchufado. De hecho, ni siquiera necesitaría tener una batería para poder funcionar dentro de esa habitación».
La «witricidad» se basa, pues, en leyes físicas bien conocidas desde hace décadas, pero que hasta ahora no se consideraban de utilidad. Y es que hasta hace unos años, nadie tenía entre sus obligaciones diarias la de recargar varias baterías.
Fuente: La flecha
Podría ser el sueño cumplido de los ciudadanos de la Sociedad de la Información. Y también la piedra filosofal de los fabricantes de tecnología de todo el mundo, enfrentados a una realidad tan cierta como inevitable: las baterías se gastan.
Todo el mundo sabe lo que significa quedarse sin batería en el móvil en plena conversación, o ver cómo la PDA o la cámara se convierten en cacharros inútiles cuando pierden, justo cuando más falta hacen, hasta la última gota de la energía que necesitan para seguir funcionando.
Pero imaginemos ahora un futuro en el que nunca más hubiera que volver a poner a cargar el móvil, ni la PDA, ni el MP3, la cámara digital, el ordenador portátil o cualquier otro dispositivo propio de la era digital. Un futuro en el que la energía necesaria para que la tecnología funcione no se transmitiera a través de cables, cargadores o enchufes, sino por el aire, de la misma manera que la telefonía móvil hace con la voz o que el WiFi consigue con las conexiones telefónicas a Internet.
Incluso las propias baterías, en este futuro hipotético, se convertirían en muchos casos en piezas innecesarias, lo que sería inmediatamente aprovechado por la industria para reducir (aún más) el tamaño y el peso de los dispositivos electrónicos, o para incluir en ellos nuevas prestaciones y componentes de los que hoy carecen debido a la falta de espacio dentro de sus carcasas.
Ese futuro, aunque no inmediato, podría estar mucho más cerca de lo que nadie imagina. O por lo menos eso es lo que sugiere el trabajo de un equipo multidisciplinar de científicos e ingenieros del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), que acaba de demostrar experimentalmente que la «energía wireless» no es algo que esté fuera de nuestro alcance.
El mismo equipo, formado por investigadores de los Departamentos de Física, Energía Eléctrica y Ciencia Computacional y del Instituto para las Nanotecnologías del MIT, había publicado recientemente un estudio teórico sobre la posibilidad de transmitir electricidad sin cables. Pero ahora ha dado un paso de gigante al conseguir que se mantenga encendida una bombilla de sesenta watios situada a más de dos metros de distancia de la fuente de energía que la alimenta. Y todo sin conexión física alguna. Los investigadores han llamado a su invento «WiTricitY» o «witricidad», de la unión de las palabras «wireless» y «electricity». Su trabajo se publica hoy en la revista Science.
El «invento» construido por los científicos del MIT consiste en dos rollos de cobre, uno de los cuales, la unidad emisora, está físicamente conectado a una fuente de energía. En lugar de liberar esa energía a través de ondas electromagnéticas, el cobre llena el espacio circundante con un campo magnético no radiante que oscila a determinadas frecuencias. Es este campo el que hace posible el intercambio de energía entre la unidad emisora y la receptora, el segundo de los rollos de cobre.
El «truco» está en que ambos rollos de cobre están «acoplados» y especialmente diseñados para «resonar» con el campo magnético, en cuyo interior se produce una fuerte interacción entre la unidad emisora y la receptora. Fuera del campo magnético, en el ambiente circundante, todo sigue siendo normal.
Dos objetos resonantes acoplados, es decir, que vibran a la misma frecuencia, tienden a intercambiar energía de una forma eficiente. Gracias a este diseño, la transferencia de electricidad, que de forma natural tendería a disiparse, se concentra en un espacio limitado. «Un ordenador portátil que estuviera en el interior de una habitación equipada con esta clase de energía inalámbrica -asegura Peter Fisher, uno de los miembros del equipo del MIT- se recargaría automáticamente, sin necesidad de estar enchufado. De hecho, ni siquiera necesitaría tener una batería para poder funcionar dentro de esa habitación».
La «witricidad» se basa, pues, en leyes físicas bien conocidas desde hace décadas, pero que hasta ahora no se consideraban de utilidad. Y es que hasta hace unos años, nadie tenía entre sus obligaciones diarias la de recargar varias baterías.
Fuente: La flecha
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