Tengo lo que tengo y nada más, pero no me quejo. Mis manos, ya habituadas a asir lo mío, no son víctimas ni victimarias. Se cierran lentamente y advierto los puños en que se han convertido. No agreden, no golpean, pero por las dudas se abren de nuevo, porque en última instancia tienen la vocación de acariciar y ese es su oficio primordial. Infortunadamente, no tienen a su alcance pezones celestiales. Las manos lloran tímidos sudores y me conmueven con sus diez dedos de nostalgia.
Tengo lo que tengo y nada más. Oscilo entre la consolación y el desconsuelo. Me arden las sienes pero no es jaqueca, sino la búsqueda sólida de un precario equilibrio. Asimismo busco remordimientos más o menos cercanos, y no encuentro ninguno. Digamos que mis pasos no son firmes tendría que probar con pies descalzos, para no engañarme con tacos y con suelas.
Tengo lo que tengo o más bien lo que tuve. En mi alma hay un pozo y en mi sangre hay un náufrago. Mis pensamientos quieren por unanimidad llevarme al sacrificio, pero mis sentimientos pagan el rescate y me evado con ellos.
De nuevo tengo lo que tengo (vaya, la verdad es que me siento otro) pero por fin estoy más seguro y más lejos.
Mario Benedetti (Libro: "Vivir adrede").
Tengo lo que tengo y nada más. Oscilo entre la consolación y el desconsuelo. Me arden las sienes pero no es jaqueca, sino la búsqueda sólida de un precario equilibrio. Asimismo busco remordimientos más o menos cercanos, y no encuentro ninguno. Digamos que mis pasos no son firmes tendría que probar con pies descalzos, para no engañarme con tacos y con suelas.
Tengo lo que tengo o más bien lo que tuve. En mi alma hay un pozo y en mi sangre hay un náufrago. Mis pensamientos quieren por unanimidad llevarme al sacrificio, pero mis sentimientos pagan el rescate y me evado con ellos.
De nuevo tengo lo que tengo (vaya, la verdad es que me siento otro) pero por fin estoy más seguro y más lejos.
Mario Benedetti (Libro: "Vivir adrede").
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